"
Era de las que rompen los puentes con solo cruzarlos
".


31 de agosto de 2010

Te echo de menos lo ves, otra vez vuelvo a perder

Se encontraba en el hospital con un yeso en el brazo y la cabeza vendada. Aquel día Daniel se había empeñado en volar así que decidido subir al tejado y con los brazos abiertos lanzarse al vacío esperando que alguna fuerza sobrehumana le hiciera volar alto. Pero allí no había nadie que lo sostuviese y el ruido de su caída fue lo más doloroso que Annette había sentido en su vida. Annette era una adolescente que intentaba sacarse un poco de dinero llendo a cuidar a Daniel todas las mañanas y los viernes por la tarde. Aquel día Daniel no se quiso comer sus cereales para desayunar y Annette lo castigó haciéndolo subir a su habitación. Minutos más tarde sintió como todo su cuerpo se estremecía.

Ahora estaba allí esperando que aquel niño de ojos azules y con un cabello rubio claro abriera los ojos antes de que vinieran sus padres y lo encontraran allí con un aspecto tan débil. Annette adoraba a Daniel, con sus ocho años conseguió enamorarla de la forma más estúpida.

Al despertarse ocurrió lo que nunca hubiera esperado que ocurriese, Daniel no recordaba quién era aquella muchacha de cabellos oscuros.

-Annette, soy Annette- decía repetidas veces hasta que fue ella la que perdió el conocimiento.

28 de agosto de 2010

Los del noveno siempre solían oler mejor que los del décimo

Diane se subió a la azotea de su nuevo departamento y se sentó en la barandilla sintiendo el aire correr por sus pies. Aquel apartamento tenía siete pisos, pero ella siempre mandaba cartas al hombre del noveno un inglés que no tenía aspecto de inglés. Se solían encontrar a las siete y cuarenta y seis de la tarde cuando los dos subían a tender la ropa y discutían sobre los vecinos que les robaban su ropa para ser más exactos a él le robaban sus camisetas y a ella sus pequeños  pijamas. Discutían siempre alegremente, como quién habla de los cantares que tenía María la mujer mayor que vivía en el primero cuando regaba a sus hortensias, en realidad, los dos sabían que eran ellos los que se robaban la ropa.

Hacía tres noches que aquél hombre no subía al azotea, ni su ropa colgaba mojada esperando a que al día siguiente alguien la recogiera o quizás esperaba a que la secuestraran ¿quién sabe?, nunca tuve conversaciones con mi colada. Y desde allí arriba Diane, sintiendo los coches pasear por debajo de sus pies como minúsculas hormigas empezó a cortarse sus rizos y dejarlos caer, como si los liberase de aquella carga que era ella. Bajó corriendo por las escaleras hasta que llegó a su piso y recogiendo sus cosas se marchó de allí como buena nómada que era. Horas después él también se encontró solo, resultó estar completamente vacío sin entender muy bien porqué.

24 de agosto de 2010

Tiene un problema que este solucionador de problemas no puede ayudarle a resolver. Gracias Windows

20 de agosto de 2010

Mis ojos parece que vayan a cerrarse, tengo tres pañuelos a mi lado, mi cabeza esta a años luz de mi cuerpo, tengo ganas de llorar sin un porqué con sentido y esto no parece ningún estúpido relato sin sentido sino un montón de letras juntas sin terminar de entender muy bien lo que quieren decir. No te preocupes, hoy yo no soy yo o quizás yo quiero ser.

12 de agosto de 2010

Se había comido, literalmente

Joel estaba apoyado al lado de la puerta principal dándole la ultima calada al cigarrillo. Si por él hubiera sido aquella tarde se hubiera quedado en casa terminando el maldito trabajo que le había pedido la profesora de filosofía para septiembre. Dani le dio un puñetazo en el hombro el cual Joel respondió con una mirada rotunda.

Caminábamos a una velocidad tranquila sin prisas, pero notaba como cada vez tenía la mirada más puesta en mi. Todo el mundo me lanzaba miradas y hay quienes se miraban los unos a los otros y empezaban a cuchichear. Los odiaba. Los odiaba de una intensidad tan grande como me odiaba. Sólo hacía un año que no había ido allí, se suponía que si me iba me podría recuperar. A lo lejos un chico con ojos marrones me miraba intentando adivinar mi nombre.

No podía ser ella. Aquella muchachita tan triste no podía ser la Anita que yo conocía. Su risa había desaparecido por dos sombras moradas debajo de los ojos, su cuerpo realmente demacrado daba pavor con solo verlo. Mi mirada se entristeció al ver aquel cadáver andante en cambio aunque mis pies querían quedarse quietos mi mente les ordenó ir hasta ella.


Sentí como analizaba cada una de mis palabras y como cada pregunta que me decía inconscientemente terminaba con un ¿como has terminado así? Sabía que estaba emocionado al verme, era el único que todavía intentaba que contestase a sus llamadas después de dos años. No tardó mucho en irse, en realidad no había nada que contar ahora que ya lo había entendido todo. Pero no se fue sin antes acariciarme la mejilla como si me tuviera que esfumar, como si en realidad se estuviera despidiendo de un cadáver. Y por primera vez tuve ganas de invitarle a cenar.

Aquella Anita había desaparecido, para ser más exactos ella misma se había comido.

8 de agosto de 2010

Jane, vuela

Jane y Eric estaban tumbados en aquella espesa masa de césped verde recién cortado que todavía desprendía su aroma además del toque surrealista del jazmín. Estaban en silencio, tranquilos, oyendo el ritmo de sus respiraciones acompasadas y creando su propia melodía. Jane miraba a Eric de reojo y sonreía, él arqueaba las cejas sin terminar de entenderla del todo.
Jane se sentó cogiéndose las piernas con las manos y metiendo los pies un poco más dentro de aquella espesura hasta que llegó a sentir la humedad de la tierra.

- Aquí los aviones vuelan mucho más alto, por mucho que levante las manos no los puedo sentir, por alto que levante la voz no me van a oír y estoy segura que nadie nos verá.
- ¿Y para qué quieres tenerlos tan cerca si al final sabes que nunca los cogerás? - Eric se incorporó al lado de Jane y con la mano rozó el césped de su lado.

Las lágrimas rebeldes empezaron a correr por la fina cara de mármol de Jane, sus ojos avellana se empañaban cada vez más. Eric cambió su cara, además de llevarse una buena punzada de dolor en el pecho sintió como Jane poco a poco iba desapareciendo al paso de sus días, había algo de Jane que se estaba autodestruyendo y estaba casi seguro que era toda ella.

- Jane, ¿sabes por qué los aviones vuelan tan alto?

Jane lo miró mientras se limpiaba sus lagrimas con el puño

- Porque así todos los problemas pesados se quedan en tierra y nunca pueden volar detrás de ti. Así que un día nos iremos tú y yo en avión donde sea, pero que vuele alto de esos con los que tú solías tocar el suelo con la punta de los pies.

Jane se volvió a tumbar en el suelo y vio pasar una estrella fugaz, quizás tuviera razón...

4 de agosto de 2010

Yo nací un poco Capitán Garfio

Siempre odié el maldito tic tac de los relojes de varillas, siempre con su tic y su maldito tac que si te das cuenta los dos hacen el mismo ruido. Ahora el tic tac lo hace otra cosa, otra que está mucho más adentro de ti todo recto a la izquierda pero este va mucho más rápido, y su rapidez es directamente proporcional al tiempo que envejece. Cada bum un bum menos.  Creo que el Capitán Garfio no odiaba al cocodrilo que siempre nos hicieron creer, él en realidad odiaba al maldito conejo de Alicia que siempre llegaba tarde a cualquier cita.

El tiempo corre más que yo porque un día me hizo la zancadilla caí y desde entonces el viaja a la velocidad de la luz y yo soy su tortuga. A lo mejor esto termina como la fábula de la tortuga y la liebre, pero nunca creí en los finales extraordinarios. Otras veces el tiempo se detiene como aquella liebre, lo sé porque en esos momentos me siento más próxima a él, pero al poco tiempo volvemos a mantener nuestras distancias.

1 de agosto de 2010

Y fue entonces cuando el león se comió a la oveja, después 


se tomo su tequila de las cinco menos diez