"
Era de las que rompen los puentes con solo cruzarlos
".


28 de noviembre de 2009

Y nunca poder volver a probar sus galletas

La pequeña Nube siempre fue un desastre, desde siempre que anda por la calle a tropezones y cuando está en el suelo hace una sonrisa inocente, y es que Nube nunca estuvo quieta en ningún sitio. El otro día mientras bajaba del coche casi la atropelló una furgoneta blanca, el conductor empezó a gritarle, y pienso que para su corta vida no parece tener muy buenos humos, pero Nube en lugar de bajar la cabeza refunfuñaba bajito y le gritaba como una histérica diciendo que ella no tenía la culpa de que estuviera ciego y no viera a la gente que cruza.
Yo iba detrás de ella riéndome, ella siempre está sacando sonrisas, días como aquellos valía la pena tenerla cerca para alimentarte un poco de su buen humor y vi como el resto de la gente la miraba intrigada, Nube siempre fue así de especial.
Me ha preguntado si un día de estos la acompañaré a la Luna con Gus, yo le he preguntado si allí hace frío, lo ha dudado pero al final ha decidido que me hará un abrigo de lana para cuando vayamos a la Luna. Después la he ayudado a preparar galletas en forma de luna, desde que le dije que mi abuela ya no podría hacerme nunca más se ha empeñado en que al menos no olvide su sabor.

Irene

25 de noviembre de 2009

A la amante bipolar se le descongela el corazón cuando alguien la abraza


y entonces empieza a llorar.

21 de noviembre de 2009

Hoy la amante dibuja soles entre las nubes

Sábado, 20 noviembre
 

Querido tú:

El otro día la vi, a ella, a la amante bipolar. Estaba en la cima de un acantilado y el viento silbaba. Estaba triste, lo supe, porque no cantaba. La amante bipolar siempre tararea canciones pero ayer no lo hizo, hay rumores que dicen que estaba llorando, pero ella nunca llora. Me dijeron que estaba cayendo enferma, que ya no sale de casa, y que ya no va al ritmo del viento ni saca sonrisas a las niñas que salen del colegio a las doce contándoles historias (yo creo que se las ha inventado) de su viaje al polo sur y como consiguió salir de las zarpas de un oso que medía seis metros con unos dientes afilados, o como estuvo nadando durante siete días perseguida por unas ballenas salvajes que devoraban tiburones. Pero ahora esta bien, está feliz, sonríe sin querer y el otro día la vi por delante de la casa de su amor, a él también debería de estar cantándole pero siempre le tararea canciones más dulces, como el caramelo de fresa que lleva ahora en su boca.



La amante bipolar


Espero que pienses en mi que cuando la abraces,
recuerdes mi forma de besar
y espero que pienses en mi,
que cuanto te arrepientas aún sepas donde me has de buscar.
Y mientras sigues con la tonta, tan tonta, que no sabrá cuidarte
y hasta no pasadas mal.
Yo mientras te espero sentada imaginándome a la tonta,
con el tonto que me hizo llorar.


11 de noviembre de 2009

La amante bipolar


La amante bipolar es aquella que cada día se acuesta con una cara distinta. La amante bipolar era una verdadera mentirosa compulsiva que no sabía mentir. Cambiaba de carácter y de forma de ser cada vez que pasaban trece minutos, siempre andaba al contrario que el viento parándose cuando veía que estaba sola. Un día oí decir que la amante bipolar estaba loca, pero creo que solo lo está aparentando. Ella no entiende de amores, esta convencida que el mundo está cabeza abajo. Por las noches llora cubitos de hielo y hay quienes piensan que su corazón está en el polo sur escondido en un glaciar custodiado por miles de osos blancos. La amante bipolar siempre lleva un abrigo blanco con capucha de oso polar ya que ella es la reina de los osos polares. Sus ojos son azules, como cuando hace mucho frío y el cielo se tiñe de azul aunque del frío tú ni siquiera puedes levantar la mirada.

Al fin y al cabo, la amante bipolar quería lo que todo el mundo quiere, y es que su amor cambiaba como su propio nombre, su amor era realmente bipolar. Y un día le decía que le quería, al otro que lo odiaba y anoche soñé él.

8 de noviembre de 2009

Raquel sólo regalaba sonrisas por la mañana

Una vez, de esas que bebes demasiado en un bar, conocí a una chica pelirroja que regalaba sonrisas por la mañana. Su cara tenía una bonita apariencia, y aunque todo aquello lo recuerde difuminado se que sus ojos eran verdes como el césped recién cortado. Ni siquiera nos detuvimos a saludarnos, sólo le pregunté como podía sonreír un Lunes a las diez de la mañana después de estar un Sábado bebiendo whisky con hielo. No me contestó, sólo dejó que su risa inundara todo aquel espacio tan reducido. Pero me contó su pequeño secreto, por las mañanas regalaba sonrisas pero por las noche las cobraba a aquél que quisiese una de ellas.

Era una insolente, con su pelo medio ondulado y su frescura al moverse. Pero era feliz, más feliz que cuando a un niño le compran su primera bicicleta y se pasa semanas intentando montarla hasta que al fin sin querer se le escapa al pobre padre como cuando los globos salen volando en navidad.
Me dio un beso en la mejilla y se largó. No sé nada más de ella, me dijeron que se llamaba Raquel y que ahora toma vodka para merendar. Pero yo ahora sonrío a las siete de la mañana, durante todo el día para tener el mismo rostro que tenía ella.

4 de noviembre de 2009

Ya no viste de rojo

Después de tantos años Gabriel seguía llamando a Isabella a cada minuto. La mayoría de sus peleas eran por los malditos celos de él. Nunca dejaba que Isabella se sentara al lado de alguien que no fuera él. Pero al final del dia éste terminaba llorando y jurándole que no lo volvería ha hacer.

Hace dos semanas que Isabella no va a trabajar, Gabriel cree que ya no le quiere, que sueña con otros e incluso que tontea con el chico del supermercado que hay debajo de casa. Tampoco se pinta y lleva años sin ir a la peluquería para arreglarse el pelo. Envejece rapidamente, y ya aparenta cuarenta años a pesar de tener veintiséis.

Pero el otro día fue el final de todo, el sonido de la vajilla de su boda rompiéndose en mil pedazos fue la gota que colmo el vaso, y más que colmarlo lo derrumbó. Después de que Isabella volviera de casa de su madre Gabriel enfurecido estampó su cabeza contra la pared sin darle tiempo ha abrir la boca. La sangre bajaba por la frente y él gritaba continuamente cosas incoherentes. Poco a poco a causa de los seguidos golpes Isabella perdió la conciencia.
Descartes era un viejo chiflado