Caminábamos a una velocidad tranquila sin prisas, pero notaba como cada vez tenía la mirada más puesta en mi. Todo el mundo me lanzaba miradas y hay quienes se miraban los unos a los otros y empezaban a cuchichear. Los odiaba. Los odiaba de una intensidad tan grande como me odiaba. Sólo hacía un año que no había ido allí, se suponía que si me iba me podría recuperar. A lo lejos un chico con ojos marrones me miraba intentando adivinar mi nombre.
No podía ser ella. Aquella muchachita tan triste no podía ser la Anita que yo conocía. Su risa había desaparecido por dos sombras moradas debajo de los ojos, su cuerpo realmente demacrado daba pavor con solo verlo. Mi mirada se entristeció al ver aquel cadáver andante en cambio aunque mis pies querían quedarse quietos mi mente les ordenó ir hasta ella.

Aquella Anita había desaparecido, para ser más exactos ella misma se había comido.
4 comentarios:
precioso texto. :)
Anita no se da cuenta de lo que se está perdiendo de la vida. ¡Ánimo!
Un beso con ojeras.
Qué forma tan bonita de expresar algo tan horrible. Genial,de veras.
Un abrazo! =)
Nunca hay que perder la escencia de lo que uno es realmente, pese a las circunstancias en las que nos encontremos.
Publicar un comentario