"
Era de las que rompen los puentes con solo cruzarlos
".


28 de agosto de 2010

Los del noveno siempre solían oler mejor que los del décimo

Diane se subió a la azotea de su nuevo departamento y se sentó en la barandilla sintiendo el aire correr por sus pies. Aquel apartamento tenía siete pisos, pero ella siempre mandaba cartas al hombre del noveno un inglés que no tenía aspecto de inglés. Se solían encontrar a las siete y cuarenta y seis de la tarde cuando los dos subían a tender la ropa y discutían sobre los vecinos que les robaban su ropa para ser más exactos a él le robaban sus camisetas y a ella sus pequeños  pijamas. Discutían siempre alegremente, como quién habla de los cantares que tenía María la mujer mayor que vivía en el primero cuando regaba a sus hortensias, en realidad, los dos sabían que eran ellos los que se robaban la ropa.

Hacía tres noches que aquél hombre no subía al azotea, ni su ropa colgaba mojada esperando a que al día siguiente alguien la recogiera o quizás esperaba a que la secuestraran ¿quién sabe?, nunca tuve conversaciones con mi colada. Y desde allí arriba Diane, sintiendo los coches pasear por debajo de sus pies como minúsculas hormigas empezó a cortarse sus rizos y dejarlos caer, como si los liberase de aquella carga que era ella. Bajó corriendo por las escaleras hasta que llegó a su piso y recogiendo sus cosas se marchó de allí como buena nómada que era. Horas después él también se encontró solo, resultó estar completamente vacío sin entender muy bien porqué.

1 comentario:

anabolizante dijo...

Uhmmm...
me gustala idea de ser independiente de cuando en cuando