"
Era de las que rompen los puentes con solo cruzarlos
".


27 de junio de 2011

La puerta de la calle hicieron resonar los cristales.

No entendía nada, sus gritos inundaban la habitación con palabras incomprensibles que a veces cambiaban incluso de lengua. No endendía nada, tampoco hizo nunca esfuerzos por entenderla. Y allí estaba ella cabreada en la habitación amarillenta y completamente desnuda. Él seguía en la cama, al tercer intento de calmarla se encendió un cigarro. Amanda se fue hacia el y le dió un bofetazo. Odiaba el tabaco no lo podía soportar, quizás por esta razón tampoco lo soportaba a él.

El chico empezó a ponerse sus pantalones pitillos para salir de allí, estaba harto de aguantar sus estupideces, nunca en la vida había visto una mujer tan estúpida. No llegó a alcanzar el jersey cuando Amanda de un empujón lo tiró de nuevo en la cama.

-No, no, no. Escuchame, ¿me oyes?, escuchame y deja ya de tonterías. Te dije que nada de besos que solo bailaramos y follaramos. Los besos son para los débiles, para los estúpidos, para los ignorantes. Esos que se creen que el amor es lo más bonito del mundo. Y tú, tú, vienes aquí me desnudas, haces lo que te da la puñetera gana de mi y me dices que me quieres. Pero, ¿quién crees que eres? ¿eh?

Giró su mirada hacia otro lado y suspiró, no, ella tampoco tenía remedio. Estaba loca, psicótica. Se maldecía por el millón de mujeres que había en esa fiesta y le toco la psicótica, la transtornada. Amanda se tranquilizó y de un portazó se marchó a la terraza. Ahí estaba, como siempre la mujer desnuda sintiendo la brisa francesa del mar. Hacía frío, siempre hacía frío para ella, pero ya le era indiferente. No le estaba gustando aquella vida, de nuevo sintió las mismas ganas de marcharse de allí como las que sintió ese veinticinco de febrero a las tres de la mañana en su hotel de Madrid. Ahora tenía una casa a su nombre, un trabajo medio estable y una vida social que le acompañaba a la cama todas las noches. Nada que envidiar aparentemente, pero odiaba que le dijeran que la querían. Mostrar algún tipo de aprecio la hacía enloquecer, como si una bomba explotara hacía salir por patas a todo aquel que se pasara de la raya. Cuentan que una vez tiró de casa a uno desnudo porque le había dicho que le había dicho que quería otra noche con ella.
Jean-Pierre era el único que había conseguido ir a su casa tres veces. Siempre acababan mal, siempre, le arrojaba muebles, ropa, sábanas y todo lo que encontraba. Su relación era de vida o muerte, y siempre acababa con la muerte en las manos. Era un odio mutuo que nadie entendía porque seguían, que era lo que les hacía que quisieran volver a acostarse juntos. Esta vez la pelea fue por un "¿quieres pasarme los pantalones, preciosa?"

La puerta de la calle hicieron resonar los cristales.

2 comentarios:

rosa dijo...

M'ha agradat molt, més que les últimes publicacions (ne lleves 2 o 3 des de la sequia?) Bueno, això que és molt guapeta i Amanda m'ha caigut bé. A demés, va bé pa la teua colecció de psicòtics i subnormals... :) (jo estic en els psicòtics, no?)
En fi això.
I m'agrada la cabecera però li falta algo... Una foto de peus com les meues ;)

besitos!!
t'estim!

sandocan en bicicleta dijo...

"y el portazo sono como un signo de interrogacion".. J.S.

un saludo desde la lejania.