Entró en aquella cafetería deslumbrando con aquellos ojos azules. Todo el mundo adoraba a Agustine, todo el mundo se acostaba con Agustine incluso una pobre bipolar enamorada del chico de los ojos color cielo. Pidió un café sin azúcar, por supuesto, puedo asegurar que sus labios conservan esa amargura que no comparte cualquier otra parte de su cuerpo. No lo solía tomar muy caliente y siempre sola. Aquella noche se lo pregunté, me dijo que algo tan personal no podía compartir-se con nadie. Para Agustine el café era algo más que sexo entre amargura.
La campanilla del bar sonó, su piel se erizó, el espectáculo acaba de empezar... Que aquel bar no fuera de buena reputación no le importaba ni a Agustine ni a aquel caballero que se sentaba a su lado sin mediar palabra.
-Llegas diez minutos tarde

- Siento ser tan impuntual señorita pero si mi memoria no falla quedamos esta noche, que creo que es ahora, en la Rue Morgue, que si mis sentidos están correctos es aquí.
- De todas maneras, es de mala educación hacer esperar a una señorita.Él sonrió, ¿quién era capaz de llevarle la contraria a Agustine?, él no lo iba a hacer. Agustine levantó una ceja y mostró una leve inclinación de sus labios rojos. Aquello sorprendió hasta al chico de las copas que este mes le recortarían parte de su sueldo.
- Me llamo Gabriel.
La cara de Agustine se quedó totalmente desfigurada, su rostro se endureció más de lo normal. Sus ojos azules se volvieron carbón como su cabello y cogiendo su cartera abandonó aquel bar.
4 comentarios:
el miedo a lo desconocido, o a lo dañado por sentir.
¿Qué le habrá pasado a Agustine? ¿Por qué ha reaccionado así al oír el nombre de Gabriel?
¡Ah, la Rue Morgue...!
Eso me recuerda a mi queridísimo Edgar Allan Poe :)
Un beso MUYGRANDE.
Aquel chico no era uno más.
Y es tan cierto como se tiene la percepción al instante de que no será uno más, con una simple la mirada.
claro.
el llegaba tarde, y al hacerlo, ella supo que finalmente, le habia llegado la hora de partir.
me encanto.
un saludo desde la lejania.
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