
El otro día Pierre la desnudó para darle un baño caliente. Él se sintió torpe y ella muy frágil. Se había convertido en una bella (porque aún estando enferma era preciosa o, al menos, a él se lo parecía) muñeca de porcelana con colores pálidos en su cuerpo y huesos frágiles.
Julliete le preguntó por qué no habían tenido hijos, por qué no tuvieron tiempo de tener un pequeño reflejo de ellos dos. A Pierre le hubiese gustado decirle que a él también le hubiese gustado tener uno, pero nunca se lo diría. Hace muchos años que él conoce la enfermedad que padece su mujer y de la alta gravedad que correría si tuviera un parto. Los médicos se lo contaron hace años y él prefirió no decirle nada. Conocía a su mujer y sabía que hubiera dado la vida por aquél pequeño que nunca tuvo.
La pluie ruisselle le long des fenêtres comme les enfants pleurer.