Hace varios días que Julliete no se mueve de su cama. Respira con dificultades, a veces, le entra una fuerte tos y tienen que llevarla al médico. Cuando ella duerme Pierre llora acostado a su lado sosteniendo sus piernas con las manos como si fuera un niño pequeño. Sabe que Julliete se está muriendo, lo sabe desde el día en que dejó de sonreír. El médico les dijo que si tenía fuerzas y paciencia se curaría, pero Pierre sabe que no va a ser así, Julliete está demasiado débil.El otro día Pierre la desnudó para darle un baño caliente. Él se sintió torpe y ella muy frágil. Se había convertido en una bella (porque aún estando enferma era preciosa o, al menos, a él se lo parecía) muñeca de porcelana con colores pálidos en su cuerpo y huesos frágiles.
Julliete le preguntó por qué no habían tenido hijos, por qué no tuvieron tiempo de tener un pequeño reflejo de ellos dos. A Pierre le hubiese gustado decirle que a él también le hubiese gustado tener uno, pero nunca se lo diría. Hace muchos años que él conoce la enfermedad que padece su mujer y de la alta gravedad que correría si tuviera un parto. Los médicos se lo contaron hace años y él prefirió no decirle nada. Conocía a su mujer y sabía que hubiera dado la vida por aquél pequeño que nunca tuvo.
La pluie ruisselle le long des fenêtres comme les enfants pleurer.







