Un sábado

Tiene sueño pero no el suficiente para una noche de sábado después de echar un duro juicio con si misma y como siempre echarse a llorar por haber perdido.
Busca en su minúscula biblioteca algún libro que le haga vivir por algún párrafo y aunque ya lo ha leído más de tres veces no le importa leerlo una cuarta.

Y desconecta.
Y sueña.
Y piensa.
Y imagina.

Le gustaría estar en otro momento pero ahora le toca vivir esto, escuchando música triste y lenta dejando ver un par de solitarias lágrimas.
De repente se le cuela una sonrisa recién fugada de su corazón, por suerte (quizá) era la misma que el otro día esa que sin necesidad de cerrar los ojos aparecía.

Mi cabeza vuela lejos. Se va. Se despide. Y me gustan tus fotografías, me encantan, porque tienen magia y me gustaría preguntarte si alguna vez pensaste dedicarte a éso.

Déjalo, es mejor que me acueste.

No hace falta que lo jures,
nunca se me dio bien
enamorarme de alguien
nunca acierto con mis apuestas