Salí al umbral de aquella casa playera. Mientras esperaba, me senté en un escalón que subía a la azotea. Desde allí pude ver como tres señoras jugaban al parchís. Me quede en silencio, quizá queria escuchar que es lo que hablaban, no por meterme en vidas ajenas si no por dejar volar los pies del suelo. Pero no oia nada mas que los golpes de el dado sobre el tablero.
Me fije un poco mas en aquellas señoras, debian tener unos sesenta y cinco años, sus arrugas no estaban igual de pronunciadas como algunas otras señoras de su misma edad. Sus caras estaban tostadas, el sol de verano hace que la palidez de las caras desaparezca, sin embargo se podria notar una cierta rutina en sus fracciones. Estaban totalmente concentradas en aquel para mi juego estupido.
Aquel silencio hipnotizaba a cualquiera, y en esos entraba yo. Parecia que el tiempo se habia parado, quizas solo aquello solo fuera para adelantar un poco mas el tiempo.
Pasaron diez minutos, dos en mi reloj, un coche cruzo la calle seguido de unos diez mas. Los dados ya no hacian el mismo ruido ahora se sentia mejor como un dulce y flojo sonido de fondo.
La puerta se abrio apareciendo aquello que yo esperaba como siempre con una sonrisa radiante, haciendo que todo aquello quedara detras de una puerta que impedia que el tiempo se volviera a detener.
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